Otro año más, la ciudadania alavesa acudirá en masa el 28 de abril a la romería de San Prudencio en las campas de Armentia. La afluencia sigue siendo muy alta, pero muchos de los asistentes ya no se preguntan por el origen de la misma o por la intricada historia de este santo y de la basílica.
En concreto, queríamos recordar un par de historias relacionadas con las escasas reliquias de San Prudencio custodiadas en Álava, ya que la mayor parte de los restos mortales se conservan –supuestamente– en Clavijo y Nájera.

Muchas han sido las desventuras que ha vivido el cuerpo del santo armentiense a lo largo del último milenio. Ya desde el siglo X los restos de San Prudencio comenzaron a dispersarse por distintos monasterios y templos desde su supuesto lugar originario de enterramiento, en Monte Laturce (Clavijo). Hasta finales del siglo XVI Vitoria-Gasteiz no contó con reliquia alguna a la que venerar, pero en 1580, el Doctor Zurbano, canónigo de la colegiata de Vitoria (actual Catedral de Santa María) y Vicario de la ciudad, acudió al Monasterio de San Prudencio en Monte Laturce a solicitar una reliquia del santo cuerpo para poder conservarla en la colegiata y aumentar así la devoción de los alaveses. Su visita fue descrita en los siguientes términos por Bernardo Ibáñez de Echávarri en la obra Vida de San Prudencio (1753):

El dicho Padre Abad abrió con el debido acatamiento la dorada Arca en que el dicho Cuerpo de Señor San Prudencio era, y sacó solo dos huesos del Santo Cuerpo, el uno del dedo pulgar, y el otro de la rodilla; y puestas en un cendal, y tafetán colorado se los entregó al Doctor Zurbano, encargándole encarecidamente la guarda, y cuidado de ellos, y que por la estima que se hace del Santo, se le haga a la entrada de la dicha Ciudad el recibimiento que se espera de su celo y piedad.

Landazuri, siguiendo presumiblemente a Ibáñez de Echavarri, describió años más tarde la recepción de esta reliquia en la ciudad de la siguiente manera:
Se acordó que el día de su público recibimiento saliesen todos los vecinos al Convento de Religiosas de Santa Clara, avisando también para el mismo efecto a los dos Cabildos de la Colegial y Universidad de Beneficiados, los quales juntos con la Ciudad se hallaron a este plausible recibimiento. Mandose por la Ciudad que fuese llevada la cera perteneciente a las Cofradías de la Veracruz, y Santísimo Rosario. Hízose la procesión, y función con el mayor aplauso y suntuosidad.
Los vitorianos, efectivamente, salieron a las afueras de la ciudad para recibir los restos, esperándolos frente al Convento de Santa Clara, y se premió a todos los asistentes con cuarenta días de indulgencia. A continuación, se celebró una procesión y repicaron todas las campanas de la capital en señal de bienvenida. Por otro lado, como resultaba habitual en estos tiempos, la ciudad se engalanó de forma excepcional al paso de la comitiva. Las reliquias se trasladaron «en unas ricas andas, cubiertas todas de brocados, y flores». Y, al llegar a la catedral, la portada del templo se encontraba aderezada con «muy ricos damascos colorados», sobre los que se colocaron «algunos festones latinos y castellanos de letra muy crecida». Este tipo de arquitecturas efimeras, tan típicas del espiritu transformador y lúdico de la cultura barroca, son descritas con detenimiento en la obra de Ibáñez de Echavarri, pero nos limitaremos a señalar el texto que acompañaba a dos escudos sostenidos por «dos nymphas bien pintadas», y dedicados a Victoria y Armentia:

ARMENTIA

En Armentia fui nacido,
En Tarazona Prelado,
En dura peña enterrado,
Y ahora en parte aquí traido.

VICTORIA

Victoria por ser mi suelo
Con fiestas me da este honor,
Y yo la daré el favor
Como su Patrón, del Cielo.

Casi 250 años más tarde, en noviembre de 1829, Álava volvió a reclamar nuevamente una reliquia del santo. En esta ocasión, fueron las Juntas Generales quienes acordaron comisionar al diputado Diego de Arriola las diligencias necesarias para obtenerla. Por aquel entonces, las reliquias del santo habían sido ya trasladadas a Logroño desde Monte Laturce y, tras lograr el visto bueno del Obispo, un vecino de Logroño recogió “el sagrado Tesoro” bajo la verificación de un notario. Una nota publicada en el diario Euskal-Erria en 1899 daba cuenta del ceremonial:

[Se dirigieron] a la Capilla (cuyo altar se hallaba iluminado al efecto) donde existen los restos de San Prudencio y habiendo abierto el arca que los contiene, con la veneración que se requiere, extrajo de ella un hueso caña del muslo (fémur) del que serró un trozo como de un palmo y lo colocó en el relicario construido a este fin, y sellado con el sello de su Señoría, fue entregado al apoderado de la Junta General de Álava.

EL INTENTO DE SECUESTRO DE SAN PRUDENCIO (1962)

Álava ha reclamado numerosas veces el cuerpo de San Prudencio, alegando que en su ubicación de Logroño no recibe demasiado culto. Con motivo del centenario de la diócesis, en abril de 1962, el sarcófago con las reliquias fue traído a Vitoria-Gasteiz y, tal y como relató años más tarde José Maria Sedano, llegó a idearse un plan de secuestro por parte de un grupo de seminaristas que habían pensado hacerse con el botín cuando la urna se encontrase en la calle Magdalena, donde iba a descargarse del vehículo que la trajo de Logroño para colocarla en una carroza. Al parecer el rapto no llegó a buen puerto porque la arqueta fue velada fuertemente en todo momento, tras enterarse los acompañantes de las reliquias del osado plan.

El sarcófago con las reliquias de San Prudencio a su salida de Logroño (27 abril 1962) [ATHA-DAF-DIP-3896]

Los restos de San Prudencio a su paso por la Cuesta San Francisco (28 abril 1962) [AMVG LFM-357_3(6)]

* El texto de esta entrada procede parcialmente del catálogo de la exposición «Muerte y ritual en Álava» (comisariada por Ander Gondra Aguirre y Gorka López de Munain), celebrada en el año 2016 en la Fundación Sancho el Sabio Fundazioa, dentro del marco del Festival Zakatumba Jaialdia. El texto completo de la muestra puede consultarse online aquí.

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