Pero estos edificios tendrán una historia larga en la que se sucederán reformas y modificaciones en línea con las nuevas tendencias y modas artísticas. En el caso de la iglesia de Oiardo, en el siglo XVI la iglesia se decoró por completo con pintura mural al temple, una técnica que en la época se conocía como “pinceladura”. Casi con total seguridad, a finales del XII o principios del XIII la iglesia recibiría algún tipo de acabado pictórico (en Álava es frecuente la decoración de líneas rojas, simulando despieces y con motivos geométricos o florales, sobre el mortero blanco), pero en el siglo XVI, una época de prosperidad en la que florecieron unos importantes talleres de pintores en toda la zona norte peninsular, el pueblo decidió dotar a su templo con una decoración nueva y a la moda del momento.
Como ha investigado el profesor Pedro Luis Echeverría Goñi, esto fue algo muy habitual en Álava (así lo demuestran grandes conjuntos como los conservados en Heredia o Ziriano, entre otros muchos) y no muy lejos, en Tortura, se puede apreciar un retablo pictórico de gran interés. En Oiardo, los desconchados provocados por las goteras y las humedades, así como las recientes catas realizadas, demuestran que el edificio todavía conserva detrás de las capas de cal unas pinturas del siglo XVI que abarcarían los muros, las bóvedas y la cabecera, donde una pintura con el nombre de “Marcos” nos invita a pensar que subyace todo un retablo fingido.
Sin embargo, en la actualidad, la iglesia ha perdido su culto y el abandono se está apoderando de esta joya artística. La reciente intervención en las cubiertas ha permitido detener las graves goteras que sufría el edificio, pero será cuestión de tiempo que éstas vuelvan a hacer su aparición amenazando con destruir un patrimonio de gran interés. El solo hecho de imaginarnos el interior restaurado, con las ricas pinceladuras decorando de nuevo sus muros, nos anima a seguir insistiendo en la necesidad de cuidar este legado histórico antes de que sea demasiado tarde.