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Esta semana son varios los eventos en los que se vuelve a rememorar la Batalla de Vitoria, acaecida el 21 de junio de 1813 en las cercanías de la capital alavesa. En esta sencilla entrada, sin embargo, vamos a ver como esta voluntad conmemorativa, de recordar este encontronazo bélico fundamental ocurrido en nuestra tierra, fue ya algo habitual a finales del siglo XIX. Y lo vamos a hacer de la mano de uno de los vitorianos más ilustres de la época, un jovencísimo Ricardo Becerro de Bengoa (1845-1902).

En 1868, Becerro de Bengoa puso en marcha una empresa de juventud, la publicación de un periódico semanal titulado El Mentirón, del que él era el único responsable, y en el que prometía hacer llegar cada domingo a los hogares vitorianos una selección de artículos alegres y chispeantes sobre costumbres alavesas. El año pasado tuvimos ocasión de dedicar una exposición a esta publicación, en la que abordamos su faceta gráfica y humorística, y la implicación que tuvo con el complejo panorama sociopolítico de la época. Y, entre los diseños escogidos, mostramos la siguiente viñeta, en la que una pareja de turistas franceses (Monsiur N. touriste, y su esposa madame X) son guiados por un ‘cicerone aldeano’ a la hora de reconocer, sobre el campo de batalla, “el sitio del combate”. El guía local, con sorna, no sabe explicar donde fue el combate, pero si los sitios por los que huyeron despavoridos sus compatriotas: “Jundiz, Zuazo, Crispijana, Trespuentes, Ali, Araca, Gamarra, Betoño, Arana… en fin señor monsiú, corrieron por todas partes”.

En primer lugar, la estupenda ilustración nos sorprende por mostrar una temprana alusión al turismo de guerra, algo constatable en distintas partes del globo durante el XIX, también incluso en la España franquista, pero que el dibujo de Becerro de Bengoa parece trasladar a la zona rural de Vitoria. Todo un antecedente del actual ‘turismo napoleónico’. Este diseño apareció en el número de El Mentirón publicado el 21 de junio de 1868, un especial dedicado exclusivamente a la efeméride bélica, en la que Becerro de Bengoa rescató varios contenidos interesantes y llamativos.

El número arranca con la transcripción parcial de un texto ‘inédito’ sensacional: la relación de los acontecimientos del 21 de junio de 1813 debida a José de Larrea, el párroco de Berrosteguieta, “y testigo presencial de tan inolvidables sucesos”. Con mucho ritmo e infinidad de detalles, el cura explica las caóticas horas vividas, las idas y venidas de ambos bandos, el saqueo y los excesos, los innumerables carros con municiones y coches con preciosidades que quedaron en los campos, o la decepción al percibir que los ingleses, “que venían en calidad de amigos”, eran también un peligro para los pueblos.

También a José de Larrea se le debe otro texto, no incluido por Becerro de Bengoa en El Mentirón, en el que explicaba los problemas que tuvo para mantener a salvo una preciada reliquia custodiada en su parroquia, la espina de la corona de Cristo:

Deseando preservarla de manos sacrílegas, la saqué de la Iglesia. Pero aún no salí de su recinto cuando veo repentinamente otra multitud que se dirigía a nosotros. En tan apurado conflicto no hallé otro recurso que introducirme disimuladamente en la puerta de la torre, echar en el suelo la Santa Reliquia y cubrirla con el escombro y polvo y salirme con el mismo disimulo. […] Pasada esta borrasca, cogí la Reliquia y en el camino que va a Esquivel la oculté bajo un pequeño y denso matorral y, destituidos e todo consuelo, nos retiramos al monte.

Además de esta relación de los acontecimientos y de la viñeta inicial, la cuarta y última página del periódico incluía varias notas interesantes. En la primera se indica que una comisión del Ayuntamiento acudirá ese mismo día a visitar a Loreto de Arriola (1785-1870), viuda del General Álava. Un “patriótico obsequio” a la que “tuvo la suerte de estar unida al esclarecido hijo y libertador de nuestra Ciudad”, que en ese momento contaría con 83 años de edad.

En la siguiente se alude al deseado traslado de los restos de General Álava hasta Vitoria, lo cual supone una primera referencia interesante del interés que la intelectualidad y la clase política local tuvo, durante varios años, a la hora de plantear la repatriación del héroe. Debemos recordar que Miguel Ricardo de Álava había fallecido en el exilio francés el 14 de julio de 1843, siendo sepultado en la ciudad de Bareges, departamento de los Altos Pirineos. No fue hasta 1884 cuando el plan definitivo de recuperación del cadáver tuvo lugar, durante la alcaldía de Odón Apraiz y con la colaboración de Ricardo de Álava (sobrino y heredero) y Ramon Arriola (hermano político). El 20 de junio de 1884 un tren exprés trajo el cuerpo hasta nuestra ciudad, se habilitó una cámara fúnebre en el Palacio de la Diputación y el General Álava pudo recibir las honras a las que ya hacía mención Becerro de Bengoa.

Después, El Mentirón propone incluso un cambio en el callejero: la calle de las Cercas Altas, por donde penetró Álava al frente de los húsares ingleses para salvar a Vitoria del saqueo, debería cambiar de nombre: y plantea la Carrera o la Calle de la Victoria. Y, para terminar, suma una decima entonada supuestamente por el famoso improvisador Carlos de Rico en el centro de la ciudad, en el momento en el que Álava llegó hasta allí y fue vitoreado por la multitud:

En junio, de trece el año,

Día de San Luis Gonzaga,

¡Cómo ha corrido la plaga

Y José con su rebaño!

Ya han visto su desengaño,

Pues dejando los cañones,

Carros, coches y furgones,

Con una afrenta notoria

Han huido de Vitoria

Los gabachos batallones.

Por desgracia, dice contar con más coplillas del estilo referidas a la Batalla, tanto del propio Rico como de Velasquillo el de Ali, pero por falta de espacio se quedaron fuera del número. Terminamos así de repasar esta pequeña joyita de la hemeroteca local, que os invitamos a consultar con detenimiento para disfrutar de todos los detalles.

 

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