En esta ocasión ponemos el foco en el patrimonio natural de nuestra provincia (aunque con una importante dimensión cultural y antropológica), para invitaros a apoyar y participar con vuestro voto en la siguiente iniciativa.
La ONG Bosques Sin Fronteras acaba de presentar las candidaturas al concurso de Árbol y Bosque del Año 2025, y en esta ocasión Álava cuenta con representación en ambas categorías, a través de la encina de Artziniega y el castañar de Apellaniz. Este certamen, creado en el año 2007, busca destacar los árboles y bosques singulares de nuestro territorio como un importante patrimonio natural y cultural que deberíamos apreciar y proteger. Y, tal y como apunta la organización:
En este concurso, a diferencia de otros concursos, no es importante la belleza, el tamaño o la edad de los árboles o los bosques sino la historia y la relación con las personas y el territorio. Buscamos árboles y bosques que se han convertido en una parte integrante de la comunidad en su sentido más amplio.
En este sentido, como veremos a continuación, ambas candidaturas no pueden resultar más apropiadas. En el caso de la encina de Artziniega, como se señala en la ficha alusiva al árbol en la web del certamen, su vinculo con la historia de la localidad es inmenso, y tiene una gran carga simbólica en un sentido religioso y civil. A nivel devocional, el santuario contiguo asienta sus orígenes en la leyenda que alude al descubrimiento de una talla de la Virgen (o un avistamiento de la propia Virgen) en una encina de las inmediaciones. En este sentido, es uno de tantos santuarios a nivel peninsular conectado con estos cultos o vírgenes arbóreas, muy presentes también en toda la comarca, con ejemplos como el de la Antigua en Orduña o Nuestra Señora de Etxaurren. Además, el supuesto milagro fundacional tiene su reflejo en la iconografía de la escena central del retablo mayor, una de las joyas indiscutibles del primer renacimiento alavés.
Por otro lado, como apuntábamos, esta encina cuenta también con gran significación en un sentido administrativo. En su entorno, a su sombra, se reunía la Junta de Ordunte, compuesta por los pueblos de Sojoguti, Retes de Tudela, Mendieta y Santa Coloma, para dirimir asuntos ligados a los usos comunales, como el aprovechamiento de los montes y pastos. De este modo, se evidencia también otro aspecto común a toda la tradición cultural vasca, con esa costumbre arraigada de tomar juramento o apalabrar tratos ante un árbol centenario al que pudiera investirse de una cierta sacralidad. Además, la encina era también un punto de referencia ineludible en la feria de ganado anual, pues en ella se remataba el impuesto correspondiente.
Al respecto de los árboles singulares, y su relación con el paisaje, existe una estupenda tesis doctoral defendida en 2015 por Marta Villota Gálvez en la Universidad Politécnica de Madrid, con el título de “Los árboles singulares en el paisaje. Propuesta de un modelo para su evaluación: el caso del territorio histórico de Álava”. En su investigación encontrareis interesantes reflexiones sobre ese concepto de “singularidad”, o sobre la normativa y legislación asociada.
La segunda candidatura alavesa, en esta ocasión dentro de la categoría de bosque del año, es la del castañar de Apellaniz, “el mayor y mejor conservado de Euskadi”. Se sitúa en el interior del Parque Natural de Izki y, en la ficha particular, se nos describe brevemente su importancia:
Se tiene constancia de plantaciones de castaños realizadas en Apellániz en 1762 y en 1848, esta última, de planta procedente de un vivero de Oñati (Gipuzkoa). Aunque gran parte de los castaños tienen un porte adecuado para árboles de 175 a 260 años, algunos de ellos, los más cercanos al pueblo, son realmente excepcionales en tamaño y seguramente tengan en sus raíces unos cuantos centenares de años más. Abundan los pies de 5, 6 y 7 metros de perímetro y algunos de más de 8 metros. Las plantaciones de castaños se promovieron en su día por la Diputación Foral de Álava como complemento para los pueblos en los duros inviernos alaveses. El terreno lo cedió el concejo de Apellániz para la plantación, es decir, es público. Los árboles sin embargo son privados. Cada vecino y vecina conoce su árbol y se heredan generación tras generación. En su día, un guarda contratado por el pueblo cuidaba de que sólo las familias propietarias pudieran aprovechar la cosecha. Cada hogar recogía únicamente sus castañas, siempre antes del 1 de noviembre, momento en el que cualquier persona podía entrar en el monte a recoger las sobras. El ganado, que se introducía más tarde, daba cuenta de las castañas de menor calidad.
Como curiosidad, este castañar y la relación emocional de los vecinos con los arboles, se refleja de forma muy clara en uno de los capítulos del libro “Gente de otro pelo” de Pablo Zulaica, que tuvimos el gusto de editar dentro de la colección Álava Medieval de la editorial Sans Soleil. En la primera de las historias compiladas por Zulaica en la comarca de Mendialdea, Apellániz tiene un protagonismo especial y, en un momento dado, una de las voces principales de ese capítulo (la de Oihane) lo expresa del siguiente modo:
Lo primero que Oihane me enseña del bosque son sus árboles favoritos, unos muy precisos en el amplio castañar de Apellániz, que es un tesoro comunal del pueblo, y después caminaremos a un segundo lugar que quiere compartir conmigo.
—Yo soy de Apellániz porque soy de este bosque —me dice a medida que el suelo se empina—. A mí me dicen: ¿por qué los castaños? Y yo digo: porque nací a cien metros del castaño más viejo de Euskadi, y para mí esto no es casualidad.
Ese parto no fue amable. Oihane tenía el cordón umbilical enroscado en el cuello. Su familia, que había elegido aquello, entendía la crudeza de la vida, lo que eran la vida y la muerte, y haber sobrevivido las dos al parto hizo que el bosque tomara un sentido especial para ella.
—Para mí, una cosa es el pueblo, la vida social, donde yo me vinculo y lidio con otros humanos, y otra, donde empieza el bosque. Mi puerta al mundo no es hacia el valle, es la puerta que da hacia atrás. Desde muy pequeña quería salir y que no me saludara nadie, y me venía al bosque, a mi rollo.
Os invitamos a participar en la votación, para apoyar sendas candidaturas alavesas. Dos localidades (Artziniega y Apellaniz) a las que hemos tenido el gusto de acudir, realizando distintas visitas guiadas, en diversas ocasiones. Cargadas de elementos histórico-patrimoniales de gran valía, y merecedoras de este espaldarazo, con un premio que apunta a los arboles, bosques y espacios “bien cuidados y bien gestionados por sus habitantes más cercanos”.