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El año pasado tuvimos el placer de comisariar la exposición Celedón. apología de la fiesta vitoriana (1918-1935)” dentro de la programación del Festival de Humor Komedialdia. Nos asomábamos así a los primeros años de esta popular revista vitoriana, la decana de las publicaciones locales de carácter festivo. Y lo hacíamos además en un aniversario muy señalado: en 1923 se publicó en las páginas de Celedón la primera representación gráfica de uno de los máximos iconos de la Vitoria-Gasteiz del siglo XXI: el personaje de Celedón.

Ese año, la revista decidió incorporar una primera aleluya (serie de estampas acompañadas de versos pareados) protagonizada por este aldeano que daba título a la publicación. El encargado de diseñarla fue Obdulio López de Uralde. Este popular artista tuvo que tirar de ingenio y, hace cien años, nos lo presentó bajando del cielo con la boina, la blusa, el pantalón mil rayas y las alpargatas.

Como ya apuntábamos en el catálogo de la muestra, años más tarde López de Uralde recordó lo atrevido del reto:

Traté de informarme con los más sesudos varones que encontré por las ‘tascas’… y estaban tan en la higuera como yo. Había llegado el momento de (con todo lo que supone de riesgo y responsabilidad histórica) crear el tipo… Y allá fue mi trabajo, ¿Bien? ¿Mal?… ¡Allá fue!

A partir de entonces, se incluyeron aleluyas en todos los números sucesivos. Y Celedón vivió un sinfín de simpáticas aventuras, ideadas en su mayoría por la dupla compuesta por los dibujos de Francisco Toribio Escasena y los textos de ‘Mecachis’.

En esta sencilla entrada, ahora que las fiestas de nuestra ciudad están ya a la vuelta de la esquina, vamos a repasar buena parte de estas estampas protagonizadas por Celedón en los años 20 y 30. En ellas se nos muestra la revolución que supuso la irrupción del teléfono, el aldeano se mueve por la ciudad en bicicleta, prueba fortuna en el boxeo o el fútbol, padece para encontrar trabajo y se sorprende ante el auge de corrientes como el laicismo, el fascismo o el comunismo. Además, bajo el tono naif de estas viñetas, hay en verdad mucha intrahistoria y es posible identificar momentos relevantes y conversiones señaladas del urbanismo de la capital alavesa. 

¡Ahí lo tenéis! – Agosto de 1923

Diseño de Obdulio López de Uralde.

La primera aventura de Celedón es realmente una borrachera, y un desopilante paseo por el centro de la capital alavesa. Además, la  viñeta inicial es en realidad la causante involuntaria de la actual bajada, el elemento más catártico de las fiestas, con ese personaje que baja del cielo año tras año “procedente de la Gloria”.

En el recorrido, reconocemos la balconada de San Miguel, la plazuela de Santo Domingo (con el característico perfil del local donde hoy se encuentra el Bar Los Amigos) o varias tascas míticas de la ciudad. En este sentido, en el nº 11 de la Revista Hornacina (2020) se publicó un artículo estupendo de Eduardo Valle Pinedo, titulado “Celedón llega a Vitoria… (y se va de bares)”, en el que se identifican muchos establecimientos destacados.

Además, Celedón tiene también un primer encontronazo con la autoridad, pero seguido del tumulto termina escurriendo el bulto. Como detalle curioso, la fisonomía escogida finalmente por López de Uralde casa muy bien con los tipos y perfiles empleados por infinidad de artistas del llamado Renacimiento Cultural Vasco. Hay  también un cierto parecido entre el personaje narigudo y el aspecto del propio Obdulio.

¡Vamos a ver! – Agosto de 1924

Diseño de Ladislao Romero.

Este año tomó el testigo Lao Romero (catalán y soldado del 2º regimiento de Artilleria, pero casado con una muchacha alavesa). Y este joven se encargó de realizar la portada y la aleluya correspondiente. 

La formula empleada es muy semejante a la de López de Uralde, una melopea narrada al minuto mientras Celedón pasea por el casco antiguo. Pero nos topamos con algunos detalles llamativos. En primer lugar, nuestro protagonista telefonea a la ciudad antes de bajar de vuelta a la tierra. Debemos tener presente que justo en esas fechas la telefonía iría difundiéndose cada día más. Y parece que al caminar, Celedón encuentra la ciudad cambiada: “no es su Vitoria de antes. No ve más que cafetines”. Pero al llegar a la Pintorería si identifica su ambiente, y leemos los rótulos anunciando el vino de Rioja por toda la calle.

Para terminar, cuando Celedón ya va “apañado”, le vemos realizando alguna gamberrada al sentirse futbolista. En los primeros números de la revista, con el nacimiento del Deportivo Alavés en 1921, la popularidad de este deporte se deja sentir en las páginas.

No tiene enmienda – Agosto de 1925

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

En 1925 vemos por vez primera el trabajo en equipo de Escasena y Mecachis (seudónimo de Guillermo Sancho Corrochano, el fundador y director de la revista en su primera andadura), encargándose de la aleluya. Como detalle curioso, Celedón emprende su vuelo en cuanto San Pedro le abre las puertas del Cielo, pero todavía no emplea el elemento tan característico hoy día, en estas primeras representaciones no cuenta con el apoyo del paraguas.

Un año más, viene sin chiguita, confiando en que le fíen e inviten dada “su fama y nombre”. Entona su canción al paso por el parque de La Florida y se estremece al llegar a la entrada de la Cuchillería, junto a las escaleras que suben a la iglesia de San Vicente. ¿A qué se debe su lamento? ¿Qué echa en falta? Pues justamente ese año se derribó en el acceso a la Cuchillería la imponente casa-torre de los Guevara, ¡una auténtica lástima! 

Para terminar, recorre la calle Chiquita aludiendo a los Ford y es que los vehículos irían proliferando progresivamente en esos tiempos. Y termina en la Dato, donde se encontraban algunos de los principales cafés (El Suizo, El moderno, etc.) que todos los años se anunciaban en la revista Celedón.

¡Pero qué pata tengo! – Agosto de 1926

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Por vez primera, Celedón se acicala el traje y emprende el viaje con el auxilio del paraguas. Pero de poco le sirve, pues acaba precipitándose sobre un autobús al que podemos incluso leerle la matricula (la VI-512). En su caminata, vemos un concesionario de automóviles, pues surgirían también entonces las primeras gasolineras y talleres.

Se asoma a la Plaza Nueva y vemos una escena en la que varios mozos le empapan con una manguera, un episodio que recuerda al clásico cortometraje mudo de El regador regado (con dos versiones de 1895 y 1896), utilizando un recurso muy frecuente en el humor blanco de finales del XIX y principios del XX.  Tras el desastroso periplo logra finalmente una recompensa, al ser invitado a un vino en una taberna. Como veíamos el año anterior, con el derribo de la casa de los Guevara, estas viñetas son también sumamente precisas a la hora de reproducir ciertos elementos de actualidad. En este caso, en el interior de la taberna vemos colocado en la pared un cartel que podemos identificar sin problema: es el poster que Obdulio López de Uralde realizó para el IV Congreso de Estudios Vascos celebrado en Vitoria en julio-agosto de 1926.

¡Animo, pues! – Agosto de 1927

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Para este año, Celedón va a probar suerte con el deporte, enrolándose en el Deportivo Alavés. Tras pasar delante del mítico Iruña en la Plaza del Arca, se entrevista con Amadeo García de Salazar, impulsor principal del club en esos primeros años. Y se encamina hacia Mendizorrotza, dejando atrás la Parroquia de la Sagrada Familia en El Prado.

Allí se presenta ante Jacinto Quincoces, y en las viñetas sucesivas vemos a más integrantes de la plantilla, como Antero González de Audicana o Roberto Echevarría Arruti. A partir de este año, algunas aleluyas fueron más extensas, llegando a ocupar tres páginas. En este caso, la aventura futbolística acaba fatal, pues Celedón asesta un balonazo a un espectador con aspecto de bandolero, y tiene que cambiar su indumentaria y esfumarse para no ser atrapado.

¡Vamos a verlo! – Agosto de 1928

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Tras el fallido intento futbolero, este año Celedón se anima a practicar el boxeo, otro deporte sumamente presente en la España de comienzos del siglo XX. Y lo hace por todo lo alto, retando desde su rincón divino al gran Paulino Uzcudun (boxeador nacido en Errezil, Guipúzcoa), campeón de Europa en 1926 y 1928.

Resulta original la bajada de este año, pues lo hace en un patinete semejante a los que ahora recorren las calles y carreteras de la ciudad. Y, contra todo pronostico, termina venciendo a Paulino, aunque desde el público hay quien alerta de que el combate quizás ha sido amañado para su lucimiento.

Que si timbre… Que si bocina – Agosto de 1929

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Esta es quizás una de las aleluyas más divertidas, en la que se nos narra una trepidante incursión de Celedón en bicicleta, atravesando en varios puntos las vías del tren, desafiando a los guardias y accidentándose finalmente con un auto que le deja las ruedas completamente descacharradas. Son tres páginas, pero os mostramos únicamente la primera, reclamando el papel pionero de Celedón como usuario de la bicicleta en nuestra ciudad, aunque su civismo deja un tanto que desear.

En mi elemento – Agosto de 1930

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Un año más, la aleluya de la revista Celedón nos permite identificar alguno de los cambios o debates más notables de la ciudad. En esta ocasión, el personaje se sorprende desde la gloria de la cantidad de andamiaje presente en la ciudad. ¿A qué se debe? Por desgracia, a un atentado patrimonial bien conocido en Vitoria, el derribo progresivo del convento y los cuarteles de San Francisco, acontecido principalmente ese mismo año. Celedón lo entiende perfectamente, en cuanto desciende en paracaídas. De hecho, ya en el nº de 1927 se había despedido del edificio, al que la ruina fue afectando progresivamente. 

Tras hablar con los constructores y contratistas, se “planta en la estación”, donde por esos años se estaba construyendo la nueva estación del ferrocarril. Logra convencer a los albañiles y canteros de que abandonen el trabajo y, tras pasar por delante del jardín Amárica (pues se intuye un pavo real), todos juntos festejan en la plaza de toros. 

Celedón agüista – Agosto de 1931

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

De nuevo Celedón se enfrenta a la novedad. En esta ocasión, regresa a casa con “ganas de darse un baño”. En 1935 se inauguró la piscina de Judimendi, y durante estos años previos proliferaron los lugares donde combatir el calor veraniego. Desciende en avioneta, la aparca en Portal de Urbina y, completamente sudado, logra refrescarse trincándose una jarra en Gamarra, a orillas del Zadorra. 

Después, ataviado con un curioso mallot a modo de bañador, se terminará zambullendo en el río. Pero, como de costumbre, su presencia termina provocando una gresca y para reanimarlo tendrán que tirar nuevamente del vino, sacándole a flote mediante un pote.

Celedón, parao – Agosto de 1932

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Además de las novedades y reformas en la ciudad, las aleluyas son también un buen reflejo del clima social y político, y del enrarecimiento de la situación durante los primeros años de la década de los 30. En este caso, Celedón es representado como un parado, alguien que busca un tajo y pide trabajo. 

Pero al acudir al Palacio de la Diputación lo tendrá complicado, pues tras entrevistarse con Teodoro Olarte Aizpuru (Diputado general de Álava durante esos años y víctima de la represión franquista en septiembre de 1936), comprobará que no figura en las listas de desempleados adscritos a los sindicatos.

Allí, Celedón oye hablar de la UGT o la CNT. Y conversa incluso con el monumento a Mateo Benigno de Moraza, al que terminará subiéndose para zafarse de los guardias tras una nueva riña con el gentío.

El nuevo estilo – Agosto de 1933

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

También en 1933 la narración tiene un tono político diferente. “Apenas Celedón baja se le deslía la faja, pues oye hablar de laicismo, de fascismo y comunismo”. Y el protagonista de nuestras fiestas se muestra perdido ante el mar de siglas que le presentan sus interlocutores: F.A.I., U.G.T. o C.N.T.

Pronto logra eludir todo este contexto y se traslada al recinto ferial de la ciudad, dispuesto a festejar. De camino hay un detalle singular, de paseo por la ciudad se sorprende ante el letrero con forma de gato negro de un local. Su acompañante se lo aclara, eso que ve es “Katu Beltza. Un cabaré”. Efectivamente, a comienzos de los años treinta existió en Vitoria un espacio que parecía aludir al mítico Le Chat Noir parisino.

Aún hay almas buenas – Agosto de 1934

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Le hemos visto descender del cielo en paracaidas, en avioneta, en bici o en patinete. Pero en esta ocasión lo hará de forma todavía más original, empleando la faja como una suerte de helicoptero. El aterrizaje será en La Florida, y aprovechará la ocasión para tomarse un bok de cerveza Knörr y, una vez más, marcharse sin pagar. Ciertamente, junto al gusto por la bebida, el otro elemento diferencial de las historietas de Celedón en los años veinte y treinta es sin duda su descaro a la hora de hacer un simpa.

En este caso, al salir corriendo, Celedón realiza un recorrido en el que podemos identificar muchos comercios y locales: el Casino Artista Vitoriano, la Fonda de Urbina, la mítica y refrescante Casa de Quico o la Casa de Nino (en el número 4 de la calle Correría). Al final, solicita auxilio o protección a la Virgen y, a pesar de la trifulca, obtiene el perdón del camarero del quiosco y juntos se correrán una buena juerga por “esas calles de Dios”.

Celedón en la piscina – Agosto de 1935

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Ahora sí, Celedón ya podrá darse un baño en una piscina, y no en el Zadorra (como vimos en el episodio de 1931). Para la ocasión decide bajar a Vitoria en autogiro y aterrizar cerca de los frontones, donde retará a un “mano a mano” a un colaborador habitual de la revista Celedón, y figura destacada del ambiente periodístico alavés: Ángel Eguileta Arambarri, conocido por su alias ‘Un aldeano’. Eguileta fue una persona muy implicada con el panorama festivo local, impulsor de la figura del Gargantúa y de los nanetes y gigantones que, en su estreno del año 1917, ya incluyeron una figura dedicada al propio Celedón, identificándolo así como un ‘tipo alavés’ puramente tradicional.

Como no podía ser de otro modo, la incursión de Celedón en las piscinas se salda con una nueva gresca, pues arroja al agua a una aña completamente vestida.

Celedón, reporter – Agosto de 1939

Diseño de Francisco Toribio Escasena y textos de ‘Mecachis’.

Con el estallido de la Guerra Civil la revista Celedón se detuvo y tan solo al termino del conflicto bélico apareció un nuevo número con el título “1936 a 1939. Año de la victoria”, en el que se justificaba este retardo “hasta que el chaparrón pasara” y se incluían los tradicionales artículos, anuncios y aleluyas, aunque con evidentes muestras de censura.

Al bajar a Vitoria empleando como paracaídas su paraguas salvavidas se detiene ante las obras del Matadero (en el actual Centro Cívico Iparralde. El proyecto fue realizado por Miguel Mieg en 1936, pero con la Guerra no pudo inaugurarse hasta pasada casi una década) y, al igual que en el episodio donde figuraba como ‘parao’, pregunta al que pasa lista por el contratista. En ese momento, la censura aplica un par de tachones que impiden apreciar el origen de una riña: el que pasa lista levanta dos puños en alto y Celedón replica extendiendo el brazo, en un gesto que recuerda al saludo fascista.

El aldeano continua su andadura, trabajando en cierto modo como reportero. Atraviesa las barracas en la calle Prado, y en los muros de las calles vemos llamadas al voto e incluso se intuye un cartel del Patronato Nacional del Turismo. En un momento dado, la censura vuelve a hacer aparición, pero el contraste de la imagen nos permite leer el texto ocultado: querían eliminar la alusión a la calle Fermín Galán, el modo en el que se llamó a la calle de San Francisco (junto con portal del Rey) de 1931 a 1936. Este militar, ejecutado por su participación en la sublevación de Jaca, se convirtió en un Héroe de la República y fueron muchas las localidades que lo acogieron en su callejero.

En la última escena también vemos un tachón, todavía más significado. Celedón se muestra sudoroso, superado quizás por la confusión reinante, e inicialmente había escrito en su cuadernillo: “¡Dios! Qué sofocos. En la Tierra… todos locos!”. La censura corrigió el mensaje, y finalmente se publicó: “Vuelve la feria a ser una cosa seria”. 

 

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