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Las iglesias privadas alavesas. Un ámbito de dominio femenino

por | Sep 15, 2020 | Blog, Mujeres y Edad Media

Cuando pensamos en las iglesias románicas, muchas veces nos las figuramos como espacios oscuros, regidos por una Iglesia omnipresente que las utilizaba para adoctrinar a las gentes del pueblo al través de la palabra y de esculturas y pinturas que remitían a los pecados y a seres infernales. Pero esta es la imagen que nos han transmitido las películas, las novelas y la leyenda negra que se forjó durante el siglo XIX en torno a la Edad Media. Es la imagen también que algunas restauraciones de estos edificios y algunas investigaciones tradicionales de la Historia del Arte, que participan del discurso negrolegendario, se han esforzado en difundir. Sin embargo, si atendemos no sólo a los documentos medievales que se han podido conservar, sino también a los propios elementos de estos templos que han llegado hasta nuestros días, la realidad que estos espacios nos devuelve es radicalmente diferente.

En primer lugar, frente a la oscuridad y la piedra que algunos restauradores se han esforzado en sacar a la luz rascando las capas pictóricas históricas, sabemos que todas las iglesias románicas estuvieron policromadas de formas diversas, a veces con grandes programas iconográficos a pleno color, y en otras ocasiones con despieces, formas geométricas y figuras esquemáticas que utilizaban sólo el color rojo, como es frecuente en las iglesias medievales alavesas. En segundo lugar, y aunque hoy en día los consideremos edificios consagrados a la religión, desde la Edad Media las iglesias han tenido usos muy variados, funcionando al mismo tiempo como panteones, lugares de reunión del concejo, zona de mercado, archivo y teatro. Era el lugar fundamental de referencia para todo tipo de cuestiones tanto religiosas como profanas, por lo que la función cultual era sólo una de las múltiples actividades que se realizaban en su interior. Y en tercer término, las iglesias, al menos en el caso alavés, no estaban regidas por la institución eclesiástica, que por normal general no tomaba partido en la construcción, gestión y elección de la iconografía de estos templos de ámbito rural. Así, el mito de que en las iglesias se representaba la Biblia en piedra para adoctrinar a los iletrados hay que ponerlo necesariamente en entredicho.

Ventanal de Miñano Menor con dos damas en sus capiteles

El caso alavés es particularmente interesante para mostrar cómo la institución eclesiástica, con la excepción de Armentia, no intervino en la construcción de los templos románicos de la provincia. Álava reunía unas condiciones muy específicas entre los siglos XI, XII y XIII que hicieron que los grandes centros de poder religioso quedasen lejos del territorio, por lo que la influencia de la reforma gregoriana fue escasa y apenas dejó huella en el patrimonio medieval. Tras la pérdida en 1087 del antiguo obispado alavés, con sede en Armentia, a favor de la diócesis de Calahorra, los obispos se vieron en serios problemas para tratar de imponer su poder en una región lejana, que recelaba de ese cambio de sede y que además contaba con una fuerte tradición de iglesias privadas gestionadas por la nobleza local. Por lo tanto, durante los años de construcción de los templos románicos en Álava, entre el siglo XII y la primera mitad del XIII, los distintos obispos de Calahorra tuvieron que hacer frente a infinidad de resistencias, de desobediencias por parte de las gentes de Álava y, finalmente, tuvieron que conformarse, tras décadas de lucha, con obtener una pequeña parte de las rentas producidas en la provincia, la mayor parte de ellas ni siquiera procedentes de las iglesias.

Tímpano del Cordero de Armentia

Por el contrario, el panorama que nos encontramos en aquellos siglos en Álava y que podemos deducir gracias a la documentación y, también, gracias a los edificios conservados, es el de un mosaico de iglesias privadas, creadas, controladas, construidas y gestionadas por las clases nobiliarias rurales. Esta tradición, que hunde sus raíces en los orígenes del cristianismo, fue una situación que la Iglesia y el Papado, a partir del siglo XI, quiso revertir para quedarse con una tercera (o una cuarta) parte de las rentas generadas por estos edificios a base de donaciones, y para ello necesitaban terminar con la investidura laica, es decir, con la costumbre bien arraigada de que las personas propietarias de iglesias eligiesen y nombrasen al sacerdote que iba a estar encargado del culto. Como nos podemos imaginar, en un territorio como el alavés, tan marcadamente dominado por la nobleza rural y tan alejado de la sede episcopal, ésta fue una tarea infructuosa. Así, nos encontramos con que muchas de las iglesias románicas alavesas quedaron al margen del sistema de parroquialización que trató de emprender el obispado de Calahorra y siguieron funcionando como bienes privados de carácter familiar.

Pero además, gracias a las pistas que nos da la poca documentación conservada y también la propia iconografía, sabemos que algunos templos románicos alaveses fueron un ámbito de dominio marcadamente femenino. Las damas medievales obedecían a unos roles de género que favorecían que se encargasen de los asuntos relacionados con las iglesias privadas. Su educación -a diferencia de la de los varones de su clase social, que estaba enfocada hacia lo militar- iba dirigida hacia la perpetuación y la defensa del linaje a través de distintas estrategias. En primer lugar, las damas debían tener conocimientos de gestión y administración, ya que los hombres pasaban mucho tiempo fuera del hogar participando en acciones bélicas que muchas veces les hacían no regresar jamás, y por lo tanto ellas quedaban al cargo de las tierras y bienes del linaje, incluidas las iglesias. Por otra parte, eran educadas en asuntos relacionados con las artes, como la creación poética y, sobre todo, el bordado, que las capacitaba para comprender los requerimientos de una obra artística. Así, aprendían a proyectar el diseño de una obra de arte, a sufragar los gastos, a dirigir las obras de una iglesia en calidad de comitentes y a elegir la iconografía, ya que también, a diferencia de los hombres, recibían una educación religiosa más esmerada.

Además, dentro de su rol de género eran las encargadas de tomar decisiones de gran relevancia para el linaje, como establecer los contratos matrimoniales, velar por la honra y el buen nombre de la familia a través de diversas estrategias de propaganda, y guardar la memoria de los difuntos. Este último cometido, cuyas obligaciones duraban años y se traspasaban en ocasiones de madres a hijas, les confería un control absoluto sobre las decisiones en torno a la muerte de los miembros del linaje y es aquí donde, especialmente, vemos su implicación en la creación de iglesias románicas en Álava. Debido a casos bien documentados como el de Urbina-Basabe, sabemos que las iglesias alavesas que se crearon en torno al siglo XII y la primera mitad del XIII cumplieron la función de panteones familiares, del mismo modo que posteriormente nos encontraremos con el extendido fenómeno de las capillas funerarias. Las iglesias privadas románicas alavesas estaban consagradas al enterramiento y enaltecimiento de un linaje, lo cual hace sospechar que, como norma general, y dado que la gestión de la muerte era un ámbito exclusivamente femenino en aquellos siglos, las damas fueron las encargadas de crear estos edificios principalmente para este uso, de controlar el culto que se hacían en su interior contratando al sacerdote y, por supuesto, de elegir una iconografía acorde para favorecer la propaganda y representación del linaje.

 

Iglesia privada de Urbina-Basabe

Por ello, la iconografía románica alavesa rara vez muestra elementos religiosos, sino que de forma mucho más habitual nos ofrece los rostros de las damas y los nobles del linaje propietario del templo, escenas relacionadas de uno u otro modo con la vida cotidiana de la nobleza y, en casos tan elocuentes como el de las pinturas murales de Alaiza, todo un programa iconográfico centrado en los roles de género de esta clase social que probablemente sirviese de propaganda de la familia enterrada en esa iglesia privada. En definitiva, las iglesias románicas alavesas, dado su particular contexto, constituyen una puerta de entrada al mundo de los templos privados y de su gestión por parte de las damas de la nobleza, que nos dejaron todo un abanico de imágenes en relación con su vida cotidiana, sus preocupaciones y las de su linaje que, como no podía ser de otro modo, eran completamente opuestas a los designios e intereses de la institución de la Iglesia.

Interior de Alaiza

Bibliografía

– Castrillo Casado, Janire, Las mujeres vascas durante la Baja Edad Media, Madrid, Editorial Sílex, 2020.

– García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, José Ángel, La construcción de la diócesis de Calahorra en los siglos X a XIII: la iglesia en la organización social del espacio, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2018.

– Martin, Thérèse (ed.), Reassessing the Roles of Women as ‘makers’ of Medieval Art and Architecture, Leiden, Boston, Koninklijke brill, 2012.

– Mellén, Isabel, “La representación de los cuerpos femeninos en el románico: un campo de batalla transtemporal”, en Revista Románico, nº 30, junio de 2020.

– Mellén, Isabel, Tierra de damas. Las mujeres en el románico alavés, Vitoria-Gasteiz, Sans Soleil Ediciones, 2021 (en prensa).

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