Las damas de Estíbaliz. Un ejemplo de matronazgo femenino medieval
Hoy en día, al enfrentarnos a una obra de arte, buscamos su sentido final a través de la figura de la persona que la ejecuta. Es a ella o a él a quien interrogamos para poder descifrar su significado, indagando en su biografía y en el resto de elementos de su obra para tratar de acercarnos al universo de significación, siempre abierto, que nos ofrece un cuadro, un edificio, un bordado o una escultura. Sin embargo, a lo largo de la historia, el papel de la y del artista no siempre ha sido tan relevante y, menos aún, determinante a la hora de conocer el sentido de una obra. No en vano, los artistas del Renacimiento se reivindicaron a sí mismos y su papel dentro de la creación de una pieza y, del mismo modo, volvieron a reivindicarse en el siglo XIX a través de la figura del genio creador cuya obra de arte autónoma no debía rendir cuentas con nadie salvo consigo misma. Sin embargo, en la Edad Media, los códigos estéticos circulaban por caminos diferentes. Lo que hoy en día llamamos arte se ejecutaba en talleres colectivos, donde mujeres y hombres ponían su destreza al servicio de una idea que no nacía de sí mismos, sino que obedecía a los intereses de la persona que realizaba el encargo. De este modo, estableciendo un paralelismo anacrónico, nuestro imaginario de la persona artista en la Edad Media se correspondería con el o la mecenas: la persona que pagaba y encargaba la obra.
En este sentido, Thérèse Martin considera a las mujeres medievales que ejercieron este mecenazgo de obras de arte como creadoras de pleno derecho, ya que eran ellas las que tenían la idea, escogían la iconografía, determinaban la función de la obra y se encargaban de que se llevase a cabo gestionando los talleres que la ejecutarían. Eran las ideólogas del proyecto y, según nuestras claves contemporáneas, las verdaderas artistas. Por ello, en los últimos años, dentro de los estudios de género, se ha desarrollado la palabra matronazgo para hablar sobre el papel de estas mujeres dentro de la creación de obras de arte. Se quiere diferenciar así la labor de las damas del habitual término patronazgo, que sólo tiene en cuenta las características propias del mecenazgo masculino, ya que se ha ido descubriendo que las mujeres que encargaban obras lo hacían desde unas condiciones de posibilidad, intereses y perspectiva muy particulares y distintas a las de los hombres, por lo que este fenómeno merece no sólo un término propio, sino también un marco de estudio diferenciado. Así lo hemos podido comprobar a través de un caso de matronazgo muy revelador que se dio en pleno corazón de la Llanada Alavesa a inicios del siglo XII: la creación de la iglesia románica de Estíbaliz.
Interior de la iglesia de Estíbaliz
Antes de que se erigiese el templo que hoy en día podemos contemplar y que se ha convertido en la joya indiscutible del románico vasco, disponemos de algunas pistas documentales que nos informan de lo que sucedía en lo alto del cerro alavés en los años precedentes a la creación del edificio románico. Hacia finales del siglo XI se documenta la existencia en lo alto del promontorio de una tenencia, es decir, una fortaleza o castillo desde la que se gestionaba un amplio territorio y del que hoy en día no queda rastro. Al cargo de esta tenencia se encontraban personajes como Iñigo López y, después, su hijo Lope Iñiguez, pertenecientes al linaje que posteriormente sería conocido como la Casa de Haro. Desde este enclave se encargaban de defender el territorio y de aplicar las políticas de las reinas y reyes a los que habían jurado fidelidad, como Alfonso VI y su esposa Constanza de Borgoña, Urraca de León, y su hijo Alfonso VII. Así, a los sucesivos varones de la familia Haro los vemos luchando en las guerras de estas y estos monarcas, siguiendo las cortes reales y ejerciendo su poder desde las diferentes tenencias que les ofrece la corona en pago a sus servicios.
Árbol genealógico simplificado de la familia de los tenentes de Estíbaliz.
Sin embargo, tras la muerte de Lope Iñiguez en 1093, la fortaleza de Estíbaliz cambia de manos y con ello se da un giro radical en la historia alavesa. Su hija, Toda López, transmite la tenencia a su marido, Lope González, y con ello comienza una estrategia político-religiosa con la que esta dama del linaje Haro tratará de servir a la corte que tanto había acrecentado el poder y el prestigio de su familia. Entre 1093 y 1106 Lope González (probablemente conjuntamente con su esposa) funda Villafranca de Estíbaliz, la primera villa de toda Euskadi, destinada a atraer población franca del otro lado de los Pirineos. De forma simultánea, Toda López comenzó las obras constructivas del templo románico que hoy en día podemos contemplar, contando para ello con talleres directamente traídos de la Borgoña francesa. Esta preeminencia de franceses en los planes de Toda López no es, desde luego, casual. Desde Alfonso VI las y los sucesores a la corona castellana y leonesa eran de la Casa de Borgoña y seguían unas directrices muy afines a la orden monástica de Cluny, implantando monasterios de la orden y ofreciendo grandes donaciones a la abadía de San Pedro de Cluny en todos los territorios peninsulares que dominaban. Por ello, como dama vasalla de esta monarquía, Toda López trataba de replicar las políticas regias a menor escala en el territorio alavés. Así, la iglesia de Estíbaliz fue concebida como monasterio cluniacense, inspirándose para ello en la iconografía y en el estilo artístico nacido en la Borgoña bajo la influencia de la todopoderosa Cluny.
Estíbaliz y Borgoña
Detalles decorativos en Estíbaliz (izquierda) e iglesias borgoñonas
Imagen superior: restos de la antigua portada de Cluny.
Imagen derecha: detalle de la portada de Paray-le-Monial
Hay que tener en cuenta que la construcción de un monasterio con una villa asociada es un proyecto de larga duración, por lo que será su hija, María López, la que culmine la estrategia tras la muerte de Toda López en 1121. Gracias a un importantísimo documento de donación que realiza María López en 1138 podemos conocer con más detalle algunos aspectos de esta estrategia de matronazgo que madre e hija habían emprendido en Estíbaliz. En este documento, María López dona a Santa María la Real de Nájera, monasterio cluniacense en el que su madre había inaugurado un panteón familiar, varias propiedades que posee por toda Álava y La Rioja, además del monasterio de Estíbaliz, integrándolo así dentro de la orden cluniacense. Pero también dota a Estíbaliz con varias tierras y bienes ubicados en los alrededores del cerro para que provean al monasterio de todo lo necesario para su mantenimiento. En cuanto a Villafranca, decide donarla, además de a Santa María la Real de Nájera, a San Pedro de Cluny, directamente a la casa madre de la orden monástica ubicada en Borgoña. Si sumamos todos los elementos que rodean a esta sustanciosa donación, podemos deducir que la idea de Toda López y de María López era crear una especie de Cluny en miniatura en mitad de Álava, con un potente monasterio, unas tierras y rentas alrededor para su mantenimiento y una próspera villa asociada que sabemos que tuvo incluso un importante mercado que la convirtió en el más relevante centro de poder de la zona durante gran parte del siglo XII.
Inicio del documento de donación de María López a Nájera (Archivo Histórico Nacional).
Pero esta estrategia político-religiosa, que obedecía claramente a los intereses familiares del linaje Haro dentro de la corte castellana y leonesa, tuvo ecos más allá. Del mismo modo que estas altas damas replicaban las estrategias y acciones de la realeza, sus parientes menores y otras nobles de inferior estatus imitaban a su vez sus prácticas, expandiéndose su influencia por toda la red clientelar. Lo podemos constatar a nivel documental, ya que vemos cómo Ángela Muñoz, la suegra de María López, mientras Estíbaliz todavía se encuentra en construcción, dona también en 1113 a Santa María la Real de Nájera y a San Pedro de Cluny varias propiedades que tiene por Treviño, siguiendo la estela y la política de las damas Haro. Pero también la propia iconografía de los templos nos da la pista de cómo estas estrategias se propagaban por toda la red clientelar del linaje, ya que encontramos réplicas y copias de menor calidad de la iglesia de Estíbaliz y de su iconografía en las zonas que caían bajo la influencia de la Casa de Haro: la Llanada Alavesa, Treviño, Vizcaya y La Rioja.
Bibliografía
-Martin, Thérèse (ed.), Reassessing the Roles of Women as ‘makers’ of Medieval Art and Architecture, Leiden, Boston, Koninklijke brill, 2012.
-Martínez López, Cándida y Serrano Estrella, Felipe (eds.), Matronazgo y arquitectura. De la Antigüedad a la Edad Moderna, Granada, Editorial Universidad de Granada, 2017.
-Mellén, Isabel, “Luces en la sombra. Los primeros siglos de Estíbaliz a través de sus documentos (siglos X-XII), en Sancho el Sabio: revista de cultura e investigación vasca (41), pp. 104-121.
-Mellén, Isabel, Tierra de damas. Las mujeres en el románico alavés, Vitoria-Gasteiz, Sans Soleil Ediciones, 2020 (en prensa).